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La virtud de un arquitecto

Por: Diego Alejandro Duque Ordoñez

Con tan solo llegar a un lugar, José Alejandro Yepes R. sabe qué hay que hacer, como si la brisa le hablara o el paisaje se prestara para formar un ocaso cerca de alguna de sus construcciones. Escucha lo que demandan las formas geométricas y las dimensiones del terreno, pero también a las personas que utilizaran sus servicios. Como en Huayllay, Perú, donde las estaciones del teleférico tienen la forma de una alpaca, siendo ésta la adaptación de una de las figuras que se encuentra, esculpida por la naturaleza, en el Bosque de piedras de aquella ciudad y es tan importante para sus habitantes y el país entero (al ser una de sus siete maravillas naturales).

La apariencia de José es igual a la del lugar que habita, el minimalismo que se  ve en el blanco y negro presente en las paredes, es igual a su mente libre de tabúes y complicaciones, así como su gusto por vestir jeans o el tatuaje de figuras geométricas encadenadas que porta en su antebrazo; y su amplio cuarto iluminado por luz natural es similar a su barba poblada que cubre buena parte de su cara.

Lleva quince años trabajando como arquitecto, ha ganado importantes licitaciones dentro y fuera del país y es gerente de Elipse arquitectura. Sabe entender a sus clientes, ganando su confianza  y volviéndolos sus amigos. Sumado al hecho de que ha diseñado en todos los estratos sociales, desde lo precario hasta lo opulento. Entendiendo cada gusto y anhelo.

Llegas con una mezcla entre tu ego y lo que quiere el cliente. Desearías ser un cirujano con el comprador. Anestesiarlo, dejarlo callado y  operarlo. Pero, ¿quién va a vivir ahí, yo o él?, el problema es que la gente lo quiere todo, así que como arquitecto tienes que pensar qué pueden obtener y que les vas a dar lo mejor por lo que ellos tienen– afirma el artista quindiano, mientras sigue redondeando ideas en torno a su profesión.

Luego de un recorrido por su casa, encuentro objetos interesantes y que José muestra con orgullo. El árbol de navidad de su casa está diseñado en tubo y pintado en poliuretano. El comedor es una sección de uno de los tubos donde se izan las pilonas del teleférico y esta gratinado por el artista italiano Assís One. Un baño de su casa tiene enchape de monedas de doscientos alrededor del lavamanos. Pero lo más llamativo es  la manija de la puerta principal de su casa, una sección de cable grueso del trabajo que realizó en Manizales. Su bautismo en el mundo de los cables aéreos.

Cuenta que esta ad portas de concretar la que considera como la licitación más importante de su carrera, en materia de teleféricos. Verlo hablar de su profesión con tal cariño resulta sorprendente en contraposición de la imagen que ha descrito de su juventud. Pasó de ser un chico despreocupado y parrandero a convertirse en un hombre que alcanzó a tener hasta cuatro trabajos  simultáneos y a dormir poco, pero debido a la vocación.  Entonces vuelve al tema del cable aéreo  y de su diseño, inspirado por una curiosa anécdota acontecida en la ciudad de Lima.

Antes de llegar a la capital peruana para afrontar el diseño de los cables aéreos, su madre  le había encargado unos telares. Llevándolo a sumergirse en una plaza de mercado. El mandado se convirtió en un viaje con destino a la epifanía, a la introspección y al descubrimiento del laborioso diseño de los telares peruanos, de la cual fue participe la señora encargada de susodicha profesión,  junto con ese paisaje que día tras día se iba construyendo cimentado en las estructuras de la  idiosincrasia peruana.

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